16.12.05

LIX Salón de Rosario 2005

Museo Municipal de Artes Visuales J. B. Castagnino / Rosario, Argentina
Del 2 al 29 d
e diciembre de 2005



Cintia Romero. Obra en construcción. Pintura.

Cintia Romero. Obra en construcción. Pintura.

Cintia Romero. Obra en construcción. Pintura.


6.12.05

2d

Centro Cultural Parque España / Rosario, Argentina
Del 3 de diciembre al 3 de enero de 2006




Cintia Romero. Obra en construcción. Pintura.

Cintia Romero. Obra en construcción. Pintura.

Cintia Romero. Obra en construcción. Pintura.



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4.12.05

Periférica: 1º Feria internacional de espacios de arte independientes gestionados por artistas


Centro Cultural Borges / Buenos Aires, Argentina
Del 30 de noviembre al 4 de diciembre de 2005

En el marco de la feria Germina Campos obtiene el Premio Banco Galicia al mejor proyecto de autogestión elegido por el jurado.


Stand de Germina Campos. Periférica. Centro Cultural Borges. Buenos Aires. 2005.

Cintia Romero. Pintura. 30 x 30 cm.

Cintia Romero. Pintura. 30 x 30 cm.

Cintia Romero. Pintura. 30 x 30 cm.








9.8.05

Obra en construcción. MAC, Santa Fe


MAC / Santa Fe, Argentina
Del 22 de julio al 21 de agosto de 2005





Cintiaclara: Caer de maduro
Por: Tulio de Sagastizábal
Los artistas son frutos extraños: cuando están maduros caen del arbol y comienzan a rebotar. Es una manera de ser: rebotando. Dan un golpe aquí y después dan un golpe allá.
Esos golpes ocupan el lugar de una respuesta y siempre son sorpresivos, si de artistas se trata. Desconciertan, o pueden asombrar; en todo caso siempre provocan un extraño vacío ante nosotros, y algunos nos arriesgamos a penetrar en él, y otros no.
Extraño vacío o desconcierto porque han logrado abrir las imágenes al medio como si fueran un durazno maduro, o partirlas, destruirlas, en muchos pedacitos de los que brotarán más adelante las nuevas imágenes que repetirán el ciclo biológico de lo imaginario.
Pero, cuándo está maduro un artista? Quizás siempre lo estuvo, dado que la condición misma de artista, de serlo, de poder serlo, de decidir serlo, es esa misteriosa capacidad remota e ignota de caer y rebotar.
Y siempre todo comienza en la caída, como un relato mítico cualquiera. La caída, la caída al vacío, la caída en el propio destino, la caída en la deslumbrante capacidad de decir, decir con la propia voz, hablar con la propia historia.
O sea que caer se da porque es insostenible la quietud.
O sea, el que se mueve es el artista. El mundo también, claro. Pero el mundo siempre ha estado quieto moviéndose. Pero ahora es uno, el artista, el que se mueve y siente que se mueve, y ve cómo puede arrastrar consigo sus coordenadas.
Uno podría poner una fecha aquí, en este instante: una fecha inaugural. No es un momento preciso, pero podemos decir Hoy, o Ahora.
Así fijamos en la memoria el recuerdo de lo que deseamos. El recuerdo de lo nuevo, que envuelve y acaricia todo el recuerdo de lo que tuvimos y no tuvimos. Y el recuerdo de hoy es el recuerdo eterno.
Para nosotros y para los que quieran escucharnos. O nos escuchan porque nos quieren, y también escuchan lo que quieren. Pero nos escuchan y viajan con nosotros. Un tramo con seguridad.
No estoy queriendo decir nada: asisto asombrado al lugar donde me llevan las palabras, que me asumen con delicadeza para poder hablar de Cintiaclara y sus pinturas, su obra y su trayecto.
Pero no quería tampoco decir nada acerca de sus obras.
Hoy, al menos, contagiado por el recuerdo de lo que vi en ellas, prefiero que se asomen, dejando asomar el resplandor, otra vez, del secreto y del enigma de las imágenes que nacen para contar, y para contarse, lo que las palabras se abstienen de pronunciar para no mentir.

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27.6.05

Perfil de artista II 12+4+4. Centro Cultural de España, Buenos Aires



En esta oportunidad y durante los tres días de duración de los encuentros, reuniremos a doce artistas y cuatro interlocutores que, junto a los coordinadores del proyecto y el público presente, debatirán acerca de la actualidad de las prácticas artísticas en nuestro país.
Afortunadamente el CCEBA ha coincidido con la idea que tuviéramos una vez de que Perfil de Artista se acercara lo más posible a la idea de ciclo, que no ocurriera de una vez y para siempre. Porque era, en principio, muy desoladora la imagen de que debíamos elegir un número determinado de artistas como representación de un colectivo tan numeroso y diverso que hace
por naturaleza casi imposible ese recorte, porque no era esa la responsabilidad que queríamos asumir, y porque como finalmente ocurre, también en este campo hay un fenómeno permanente de corrimientos que hace que nuestros focos de atención se modifiquen, y que toda relación entre observadores y experiencia se desplace de lo conocido y conformado a lo novedoso e inquietante.
Así, hacemos esta nueva convocatoria como continuidad y disyunción de la experiencia realizada el año pasado. Aprovecharemos todo lo producido y recopilado e intentaremos darle nuevos giros de interrogación y aprendizaje. Para ello utilizaremos todo el material ya utilizado, textos y cuestionario incluido, pero trataremos de reformular algunas preocupaciones y agregaremos otras que son nuevas, o porque recién encontramos ahora el modo o la urgencia de formularlas. El año pasado hicimos mucho hincapié en la naturaleza del recorte que inevitablemente hacíamos al invitar 15 artistas, de tales y cuales localidades del país; ahora con la continuación del proyecto y la invitación de otros 12 creemos que cada vez mas claramente se leerá que el fundamento central de nuestras selecciones es, paradójicamente, su amplitud, y que si bien nos gustan todo lo que nos gustan los artistas que elegimos, buscamos ante todo cierto espíritu de representación que desborda un típico criterio de valorización. Buscamos alimentar un debate, o muchos debates, que están latentes o entrelíneas, en un momento en que aún pueden registrarse muchas orfandades y ausencias de ejes temáticos y formulaciones críticas, y trabajar para la urgencia y necesidad de delinear un horizonte, o muchos horizontes, que estimulen y organicen un campo de visibilidad pleno de sentido.
El cuestionario del ciclo anterior es una pequeña joya que preservamos, pretendemos reutilizar y criticamos. Estará presente como antecedente, y a quien le sirva para despachar las reflexiones que le provoque, bienvenidas. Ningún ordenamiento que nosotros proponemos es una vía de una sola mano. Pero estamos haciendo un esfuerzo en un intento de focalización sobre algunas preocupaciones, que son, digamos, ambiente.
Modelamos entonces un bloque problemático del cual se desprenderían preguntas y preocupaciones acerca de:
a. La cuestión de la identidad.
b. La idea de profesión.
c. La imagen de la presencia.
d. La tradición del discurso crítico.
Este desgajamiento es sólo instrumental, pues es claro que estos temas no se perfilan con esa circularidad, y además todos conviven, comparten y fluctúan en un campo de interrelaciones e imbricaciones, donde es verdaderamente difícil saber cuando se está pensando en uno y cuando en otro.
Pero a los fines de lo que nos interesa:
a. La pregunta por la identidad es la pregunta por el sinnúmero de preguntas que acompañan esa aparente fatalidad de que los artistas están condenados a constituir su propia singularidad, su originalidad, un discurso que lleva su propia marca, y como se distancian imperativamente de la tradición y las influencias que los alimentaron, y fundan de este modo su contribución
y diferencia.
b. La pregunta por la profesión es la pregunta por la condición social, por los modos de manutención, la manera en que puede un artista argentino diseñar su propia continuidad en un medio adverso, y su propia capacidad o incapacidad de definir fragmentos de su experiencia, o su totalidad, como artísticos.
c. La pregunta por la imagen de la presencia es la pregunta por la mirada que constituye esa condición de valor, el estar presente, el estar presente en una escena, y para quienes. El valor determinante de los juicios de los otros, y la posibilidad o utilidad de sobrevivirlos.
d. La pregunta por el discurso crítico apunta a la permanencia o no, de esa potente tradición moderna: el arte como contestación y crisis. Su actualización y la inevitable confrontación entre la realidad del discurso singular y su deseo de proyección social.
Este bloque temático busca entonces repetir y reorganizar muchas de las preguntas formuladas anteriormente, pero a los fines de los textos que se les solicitaran a los artistas e interlocutores participantes se buscó condensar el cuestionario; pero como advertimos el año pasado, estas preguntas pueden ser reformuladas por los participantes, y olvidadas si tienen mejores
preguntas.

La Publicación, La Mecánica de Participación, Intranet y Los Encuentros.
Como en la edición anterior, los encuentros serán precedidos por todo el trabajo previo de presentación, documentación e interrrelación que proponemos a través de la Intranet del sitio de Trama.
En esta oportunidad hemos invitado a participar de dicho proceso a los interlocutores, cosa que no hicimos el año pasado; y también habilitaremos a Lidia Blanco y Belén Gache, directora y coordinadora del CCEBArespectivamente, para que puedan visualizar y participar del trabajo si lo desean. Respecto de los encuentros propiamente dichos, no sufrirán demasidas modificaciones salvo haber reducido el número de participantes con el objeto de ampliar el tiempo disponible para los debates. Un dossier similar de Perfil de Artista 2004 se encuentra disponible en http://www. p r o y e c t o t r a m a . o rg / 0 0 / A S O C I A D O S / P E R F I L / i n t r o . h t m
Finalmente, este año hemos decidido de común acuerdo con el CCEBA la no realización de la muestra (exposición) final en las salas del Centro, pues la cantidad de artistas participantes y el verdadero objetivo de estos encuentros no la hacían necesaria.
Eso sí, pondremos énfasis en la realización de una publicación lo suficientemente extensa y documentada que pueda dar cuenta de todo el material que deseamos preservar para públicos futuros, y como un nuevo hito de este proyecto que tanto nos entusiasma.
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Los organizadores, Buenos Aires 26 de Abril de 2005
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Artistas invitados
Amadeo Azar (Mar del Plata) / Aníbal Buede (Córdoba) / Leopoldo Estol (Buenos Aires) / Sofía García Vieyra (Córdoba) / Jan Kislo (Misiones) / Nahuel Vecino (Buenos Aires) /Andrea Ostera (Rosario) / Cintia Romero (Santa Fé) / Mariela Scafati (Bahía Blanca / Buenos Aires) / Leila Tschopp (Buenos Aires) / Charles Vuillermet (Tucumán) / Guido Yannitto (Salta)
Artistas interlocutores
Carina Cagnolo / Fabián Burgos / Carlota Beltrame / Raúl Flores
Organizadores
Ana Gallardo / Tulio de Sagastizábal / Rocío Pérez Armendáriz / Irene Banchero
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Texto- Cintia Clara Romero
Pienso que mi identidad como artista está erguida por la construcción del recuerdo, no por una decisión. Por eso invoco a la memoria para iluminar algunas escenas en las que creo estuvieron contenidas las más poderosas decisiones, sin sospechar siquiera, en ese momento, que tal cosa estaba sucediendo.
Escena 1: ¿Por qué los niños nunca dicen: “cuando sea grande quiero ser artista”?.
De muy pequeña, al igual que casi todos los niños y niñas del mundo, tuve que responder en más de una oportunidad al “¿qué querés ser cuando seas grande?”. Recuerdo haber dicho con seguridad, según la ocasión, dos cosas distintas: “quiero ser azafata porque me gusta viajar a lugares desconocidos” o “quiero ser arquitecta porque quiero inventar el lugar en el que voy a vivir”. Ahora pienso en esto y siento que lo que en realidad quería era ser artista pero sucede que en la lista de ocupaciones con la que los niños se manejan parece no existir la posibilidad del arte como profesión.
Yo quería conocer y crear espacios que aún no estaban dados, pero al faltar una palabra para nombrar mi deseo busqué otras repuestas. ¿Habrá estado aquí implícita la decisión? ¿Habré querido decir “cuando sea grande quiero ser artista”?
Escena 2: con la arcilla puedo ser la que quiero.
De niña asistía a un taller de cerámica. Una tarde estábamos todos abocados a aprender a levantar una pieza con choricitos, tarea que a mí me aburrió un poco y decidí hacer otra cosa. De repente llegó mi profesora y me preguntó por qué había hecho bailarinas en lugar de intentar hacer cilindros para practicar la técnica. Yo la miré y respondí: “con la arcilla puedo hacerme como quiero y hoy tengo ganas de bailar”.
Activar la materia, representar una imagen y proyectar una idea, hace veinte años y hoy, funcionan como tres vértices que determinan un espacio en el que decidí constituirme.
Escena 3: ¿que hay entre “Los niños Calmady” de Thomas Lawrence y “Cuadrado negro sobre blanco” de Malevich?
Cuando tenía 16 años viajé con mis tíos a Nueva York. Una mañana, me levanté entusiasmada porque sabía que iríamos a recorrer el Museo Metroplitano; aunque no sospechaba aún que ese día iba a gozar de un modo que hasta ese momento era desconocido. Iba a gozar, por primera vez, a través de la contemplación de una imagen.
Recorría las salas del museo atendiendo a mis impulsos más primitivos, ya que no tenía información a cerca de pintores, escuelas o movimientos que pudieran filtrar los estímulos visuales que recibía, acercándome a obras que provocaban mi atención. En un momento me detuve frente a una pintura que me conmovió hasta dejarme perpleja por algunos minutos. Era un lienzo en el que estaban representadas dos niñas, una más pequeña de mirada penetrante y comisuras sonrientes, y otra que la miraba atónita -del mismo modo que yo las miraba a las dos-. ¿Era la tersura del pelo?, ¿el brillo de los ojos?, ¿el movimiento de sus brazos?, ¿la luz que golpeaba sus pieles?. ¿Era la imagen o la idea de que existía alguien que había podido pintar esa imagen de un modo tan bello, lo que me conmovía?. Después de un rato seguí mi visita y unas horas más tarde fui nuevamente sorprendida por la misma sensación. Otra vez la conmoción, pero ahora sólo estaba observando un cuadrado negro sobre un fondo blanco. Dos elementos, una figura sobre un fondo, una incertidumbre generada, un deseo de saber fundado.
La jornada terminó, las vacaciones también. Otra vez yo en casa sin más datos que el recuerdo de esas dos imágenes. Hasta que un día, pocos meses después, mirando un libro de historia del arte que me regaló Elena –amiga de mi abuela- volví a encontrarme con las obras. Allí me enteré que una se titulaba “Los niños Calmady” y su autor se llamaba Thomas Lawrence; la otra “Cuadrado negro sobre blanco” y había sido pintada por un tal Malevich.
Una había movilizado mi pensamiento y mis sentidos con su celebración de la imagen; la otra con su negación. Una era presencia plena; la otra ausencia pura.

Cuando terminé el secundario había llegado, por fin, el momento de responder con certeza a la pregunta ¿qué querés ser cuando seas grande?. La respuesta la encontré en el deseo por seguir indagando en los aspectos técnicos y productivos propios de la cerámica, como así también en el estímulo por conocer la historia del arte. Fue entonces que decidí estudiar para ser profesora de arte y comencé, en 1995, a cursar la carrera en la Escuela Provincial de Artes Visuales Juan Mantovani. Durante esos años produje resoluciones prácticas a las consignas de trabajo propuestas por los docentes, aprendí de técnicas y de procedimientos artísticos. Pero considero que el ámbito institucional no estimuló el desarrollo, el cuestionamiento y la problematización de mi propia praxis. Al terminar la carrera sentí que había vacíos en mi formación, especialmente en relación con la teoría, y comencé a estudiar la Licenciatura en Artes Visuales en la Universidad Nacional del Litoral, lo que me permitió descubrir una nueva posibilidad de comprender el fenómeno de las prácticas artísticas. Ahora que observo este recorrido por las instituciones con la distancia del tiempo transcurrido, pienso que eso me permitió acceder a conocimientos prácticos y teóricos, pero que no estimuló el desarrollo de mi conciencia como artista.
Las instancias que sí considero intensas, enriquecedoras y eficaces a la hora de posibilitar la apertura de un espacio para reflexionar sobre mi trabajo y sobre mi condición como productora, fueron las Clínicas de Producción y Análisis de Obra apoyadas por la Fundación Antorchas que se llevaron a cabo en Santa Fe y en Paraná. Creo que la contundencia que tuvo esta experiencia no sólo está vinculada con los cambios que se produjeron en mi obra, sino también y por sobre todo en la posibilidad de empezar a pensar y a trabajar con otros, de vincularme con artistas de otros lugares, de establecer nuevas estrategias de circulación de mi trabajo.
Recuerdo que en el marco de las clínicas Diana Aisenberg una tarde nos preguntó: “cuando tienen que llenar un formulario y aparece el item OCUPACIÓN, ¿qué ponen?”. Esa pregunta resuena nuevamente mientras escribo y vuelvo a repetir la respuesta “yo pongo profesora”. Y ahora, de repente estoy invitada a un encuentro que se llama “Perfil de artista” y yo aún sin tomar la decisión de ser tal cosa. Creo que es el contexto el que muchas veces decide por mí. Cuando escucho que alguien me nombra artista me reconozco, pero nunca decidí serlo, devino.
Con mi trabajo respondo a una emergencia, a una necesidad que me reclama proyectar mis pensamientos en imágenes. Pero me cuesta utilizar la palabra artista ya que la relaciono con una categoría que implica algún tipo de diferenciación, de habilidad y de destreza especial que creo no poseer. Esto tiene que ver con la convivencia del conflicto que me provoca no sentirme inscripta dentro de ninguna disciplina, o por momentos, sentirme dentro de todas, que es lo mismo y no es nada. No me siento ceramista, ni fotógrafa, ni pintora. Creo estrategias prácticas que me permiten encontrar el medio más adecuado, según la ocasión, para materializar las ideas y formas que se ajustan a mi deseo.
Muchas veces me he preguntado por qué hago lo que hago. Cuál es el objetivo. Cuál es el motor que provoca el surgimiento de la obra. Y encuentro que hay una respuesta única que prevalece, madre de todas las respuestas: producir imágenes, diseñar espacios, construir formas, estar abocada al desarrollo de un proyecto, son los modos a través de los cuales elegí forjar mi propia supervivencia. Después vienen toda una serie de respuestas particulares a cada momento específico de mi trabajo; aunque con el paso del tiempo creo que cada vez voy diminuyendo un poco más las intencionalidades con las que cargo a la obra. A veces pienso que ya todo está hecho y que el mundo está superpoblado de imágenes, entonces sólo me propongo relacionar, combinar, mover, activar lo ya establecido; como si mi función fuera convertirme en una especie de marcador fosforescente que interviene resaltando elementos presentes en un contexto. Más allá del medio con el que esté produciendo, creo que la mirada fotográfica es una constante en mi obra: hacer foco, registrar, documentar, son acciones que de una u otra manera siempre están presentes. Intento trabajar con lo mínimo y sobre lo mínimo, con lo que esta ahí, con lo que ya es, sólo quiero proponer una nueva mirada sobre lo que existe. Intento que mi obra no sea pretenciosa, que no tenga grandes objetivos -porque yo no soy pretenciosa ni tengo grandes objetivos-.
Seguramente este modelo de artista sin expectativas ambiciosas es producto de las condiciones coyunturales en las que fui desarrollando mi trabajo. La escena artística santafesina es acotada, restringida, poco estimulante en la que hay generado un circuito que se retroalimenta a si mismo, sin perspectiva de expansión o proyección. Esto, sumado a la ausencia de un mercado que posibilite otro tipo movimiento del trabajo, provoca el debilitamiento de muchas iniciativas interesantes -a pesar de existir buenas intenciones individuales-. Por esto intento generar mecanismos alternativos para producir otros caminos posibles que favorezcan la ampliación de los márgenes de visibilidad de mi trabajo. Y estas estrategias no sólo están vinculadas a la difusión de mi obra sino también a la posibilidad de propiciar la génesis de vínculos con otros artistas. Asimismo, sostengo la idea de que cada uno es el artífice de su propia historia y si no me conformo con el estado de situación de la escena artística del lugar en el que elegí vivir debo por lo menos intentar provocar alguna modificación. Y para que tal cosa pueda pensarse como posible debe existir una voluntad que trascienda la voluntad individual, esto implica pensar con otros, con amigos, con pares, con compañeros de ideas acerca de cuáles son las carencias y de qué modo es posible proyectar acciones que las mitiguen. Actualmente formo parte de un colectivo de artistas que se llama SIMPOSIUM, con el cual estamos coordinando trabajos de gestión para realizar ciclos de seminarios, cursos y clínicas en el marco del proyecto el “Rojas fuera del Rojas”, por ejemplo. Pienso que el desarrollo de este tipo de actividades también es parte de la propia obra, aunque recién ahora puedo concebirlo de este modo.
Creo que el rol del artista hoy no está solamente ligado con el compromiso que asume ante su propia producción. Los márgenes de su campo de acción se han ampliado y cada vez son más los que están involucrados en tareas relacionadas con la gestión cultural, con la investigación y con el manejo de espacios y centros de exposición. Un nuevo modelo de artista con ansias de ser el protagonista, el productor y el director de la escena parece haber emergido.
Generalmente sostener la realización de la obra, así como proyectar y coordinar trabajos de gestión implican disponer de dinero y de tiempo. Mis ingresos económicos no están constituidos por la venta de obras -de más está decirlo-, por eso, a su vez, debo diseñar un plan que posibilite mi subsistencia económica a través de tareas más o menos cercanas al quehacer artístico, como la docencia en talleres y liceos de formación artística de la ciudad. Debo confesar que me cuesta un poco integrar el ser “artista” y el ser docente; aunque este conflicto se subsana cuando imagino que puedo llegar a estimular a alguno de mis alumnos así como algunos de mis maestros me han estimulado a mí. Aquí está presente la idea de reconocimiento que funciona como una fuente de energía para seguir trabajando. El reconociendo para mí no tiene formas definitivas, puede ser saciado por la mirada de un amigo sobre mi trabajo. En el otro extremo, la sorpresa de haber sido invitada a participar de este encuentro logró que mis expectativas de reconocimiento se hayan visto superadas.
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30.3.05

Bienestar

La Baulera / S. M. de Tucumán, Argentina
Del 31 de marzo al 3 mayo de 2005


La Baulera, Tucumán. Bienestar junto a Lucas Mercado y Federico Lanzi.



Cintia Romero. Obra en construcción. Pintura.

Cintia Romero. Obra en construcción. Pintura.

Cintia Romero. Obra en construcción. Pintura.